Claude Alvares, Ciencia, 1992

Diccionario del desarrollo,
Una guía del conocimiento como poder

 

Nací en una cultura que continúa ej erciendo una influencia y un poder sobre el comportamiento, mayores que la que logra o logrará nunca la ciencia moderna. Si eso fuese adecuadamente entendido, entonces este obituario no parecería escandaloso ni insolente. Cada cultura impone a sus miembros respeto por ciertas entidades. La ciencia moderna no tiene lugar en nuestro panteón.

Lejos de eso. Desde este lado de Suez, en efecto, la ciencia moderna se asemeja a una marca importada de pasta dental. Contiene elaboradas promesas y mucha dulzura y atractivo. Puede usarse y es usada con frecuencia (muchas veces sin ton ni son); aún así, puede dispensarse de ella en cualquier momento, precisamente porque es aún, en gran medida, irrelevante para la vida.
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Jean Robert, Produccion, 1992

Diccionario del desarrollo,
Una guía del conocimiento como poder

 

Un Hombre y un Concepto

Don Bartolo vive en una choza atrás de mi casa. Como muchas otras personas desplazadas, es un intruso, un invasor o, como se dice en México, un “paracaidista”. En un terreno desocupado improvisó una casucha con cartón y desechos de plástico y de hojalata. Si le va bien, algún día construirá paredes de ladrillo y las cubrirá con una lámina de asbesto u hojalata. Atrás de su morada hay una franja de terreno baldío. Consiguió permiso del dueño para cultivar una milpa: un campo de maíz sembrado justo cuando las lluvias empiezan para que pueda dar una cosecha sin riego. Desde la perspectiva del hombre moderno, el quehacer de Bartolo parece profundamente anacrónico. Lire la suite »

José María Sbert, Progreso, 1992

Diccionario del desarrollo,
Una guía del conocimiento como poder

 

La fe del hombre moderno

Con el surgimiento del mundo moderno, una nueva fe – la fe en el progreso – dio significado y sentido a las nociones, métodos y sistemas que han llegado a dominar el mundo. Así la profunda reverencia que se profesa a la ciencia y la tecnología está estrechamente ligada a la fe en el progreso. La inclusión forzosa de todos los rincones de la tierra dentro de estados nacionales se llevó a cabo en nombre del progreso. La cada vez mayor aceptación del imperio de la economía y la creciente confianza en la validez de sus leyes, son sombras que todavía arroja aquella fe ilustrada.

Aunque hoy día la fe en el progreso es poco reconocida abiertamente, y es quizás más débil que en ningún otro momento de la historia contemporánea, un derrumbe definitivo de su plausibilidad – que muchos piensan que ya ha ocurrido – confirmaría los indicios de un giro crucial en la cultura moderna, cargado de nuevas amenazas a la supervivencia espiritual del hombre como persona.

La gradual obsolescencia del ideal del desarrollo y la súbita implosión del socialismo constituyen una reducción drástica del campo y las manifestaciones de la fe en el progreso. En la mayor parte del mundo del siglo veinte “revolución” y “desarrollo” de hecho representaron al progreso mismo, y a un progreso que pretendía beneficiar a toda la humanidad en un tiempo previsible. Lire la suite »

Otto Ullrich, Tecnología, 1992

Diccionario del desarrollo,
Una guía del conocimiento como poder

 

La famosa declaración de Harry S. Truman del 20 de enero de 1949 puede ser considerada la proclamación oficial del fin de la era colonial. Anunció un plan para el crecimiento económico y la prosperidad del mundo entero, incluyendo explícitamente a las “áreas subdesarrolladas”.

“Debemos embarcarnos en un audaz programa nuevo para poner a disposición los beneficios de nuestros avances científicos y progreso industrial para la mejora y crecimiento de las áreas subdesarrolladas… El viejo imperialismo -la explotación para el beneficio foráneo- no tiene lugar en nuestros planes… Una producción incrementada es la clave para la prosperidad y la paz. Y la llave a la mayor producción es una aplicación mas amplia y mas vigorosa del conocimiento científico y técnico moderno.” [1]

La mayor prosperidad demanda una producción incrementada y más producción requiere tecnología científica – este mensaje ha sido proclamado desde entonces en incontables declaraciones por las élites políticas tanto de Occidente como de Oriente. John F. Kennedy, por ejemplo, enfáticamente retó al Congreso el 14 de marzo de 1961 a ser consciente de su tarea histórica y autorizar los medios financieros necesarios para la Alianza para el Progreso:

“Por toda América Latina millones de personas luchan por liberarse de las ataduras de la pobreza, del hambre y de la ignorancia. En el Norte y en el Este ellos ven la abundancia que la ciencia moderna puede traer. Saben que las herramientas del progreso están a su alcance.” [2]

Con la era del desarrollo, la ciencia y la tecnología asumieron plenamente el papel conductor. Se les consideró como la razón de la superioridad del Norte y la garantía de la promesa del desarrollo. Como la “clave de la prosperidad” ellas iban a abrir el reino del excedente material y, como las “herramientas del progreso” iban a conducir a los países del mundo a las soleadas altiplanicies del futuro. No es sorprendente que por décadas numerosas conferencias en todo el mundo y particularmente en las Naciones Unidas, se enfocaran, en un espíritu de esperanza casi religiosa, en las “poderosas fuerzas de la ciencia y la tecnología”. Lire la suite »